JULIANA
¿Por que lo vinieron a buscar?, se pregunta Juliana más de
treinta años después. Mi padre era un gran hombre, no hacía nada malo, más que
ir de reunión en reunión. De qué se trataban esas reuniones lo entendí con el
tiempo, con la vida y el dolor. Esas reuniones no eran motivo para que esos
hombres vestidos de negro vinieran aquella madrugada de julio y sin previo
aviso, lo levantaran a los golpes y lo metieran en un auto. Recuerdo esa última
noche que habíamos compartido juntos, me contó esos hermosos cuentos que él
inventaba de la nada, me arropó y me dijo: Dormí bien que mañana te llevo a la
plaza, hoy todavía sigo esperando que amanezca para ir a la plaza con papá.
Esos hombres tan nefastos se llevaron a mi padre, y a veces
siento que sigo escondida en la piecita del fondo con mamá, esa piecita en la
que muchas veces los escuché hablar. Mamá murió esperando saber la verdad y yo
sigo viviendo con el dolor de los años sin mi padre, pero tratando de continuar
sus pasos, porque ésa es la única manera de lidiar con mi tristeza: seguir
combatiendo contra los enemigos del pueblo, que hoy tienen como arma la palabra
mal usada.
Haydée Trinidad
DEL LADO DE LOS BUENOS
Sabemos que no debemos nombrarlo. Sabemos que debemos seguir
adelante sin sentirlo. Estamos del lado de los buenos y sin embargo, no sé por
qué, siento que... Pero por algo está ahí tirado, por algo, ni siquiera
protesta.
Hay veces en las que quisiera ser él: echado en el piso, sin
sentido, teniendo en la mente esa valiosa información... ¿Por qué no se salva?,
¿por qué sigue pudriéndose en esa humedad? Si hablara, por lo menos dejaría de
sufrir, acabaríamos con su sufrimiento. Siento vergüenza al pensar que tal vez
lo admiro. Admiro su fortaleza y su lealtad. ¡Pero a mí me dicen que no piense,
que oculte este sentimiento! Si sigo con ésto, miraré hacia atrás y entonces..
No entiendo qué hago acá, lavándole las heridas, dándole
agua, sentándome a su lado, consolándolo. No debo, no puedo. Fueron tan claros
los superiores, no debo sentir, no debo ver en el otro un igual, pero lo es, ¿y
por qué me está contando todo ésto? ¿Por qué no puedo dejar de oírlo?
Por lo menos ahora somos dos. Pronto el reo se irá, o eso le dicen. Aunque sé lo que le sucederá. No quiero opacar sus ilusiones. Pronto me quedaré solo, en esta humedad fría, en esta oscuridad, en esta soledad silenciosa interrumpida por la risa socarrona de mis ex compañeros. Casi no me miran, sé que no tienen permitido sentir por mí lo que ahora es mío, mi única posesión. Ahora soy un hombre completo, ahora sé por qué vale la pena estar desnudo en esta pocilga mugrienta. Soy yo mismo y espero el final con entereza.
Emilce Martínez