crear reflexionar intercambiar recibir crear es un proceso continuo que podemos desandar desde estas líneas hasta la prehistoria de las letras. ¿Y hacia adelante? No hay nada más autolimitante que la fe en los puntos finales
Nuestro taller de escritura entroniza la práctica concreta de descubrirnos y compartirnos como escritores. Este blog, efecto secundario de ese compartir, construido casi sin querer, es la sombra de nuestros encuentros.
sábado, 17 de marzo de 2012
Los primeros microcuentos
Luego de algunos ejercicios, los participantes del taller se le animaron a los pequeños cuentos. Acaso inspirados en el éxito del dinosaurio de Monterroso o animados por emular a Ana María Shua, comenzó la danza de biromes, tablets y notebooks.
Crearlos fue divertido, lúdico, a veces áspero. En todo caso, el espacio creativo fue preparado para ejercer libremente la expresión. Pero si bien nos introducimos en una suerte de eternidad al escribir, de este lado de la hoja, el tiempo circula inexorablemente y todo parece micro. Sea cuento, ensayo o poesía.
Vamos a ir develando sinceramente los pasos, temerosos o no. La literatura puede ser hipócrita, la escritura nos muestra siempre en carne viva.
I
Acostada en su cama, mira y vuelve a mirar esa entrada para el recital de su vida. Y piensa que de la única forma en que se animará a entrar, será introduciéndose en el grupo de los que no tienen boletos y dejar que la multitud la arrastre.
Haydée Trinidad
II
Don José siente que la Muerte lo persigue: la ve salir del espejo todas las noches, llamándolo con sus blancas manos. Los gritos despiertan a la familia que tapa el espejo maldito.
Como ésto no es suficiente, pues la Muerte se las arregla para quitar el manto, el hombre es llevado por sus abnegados hijos al médico, que lo deriva a un psiquiatra, que le receta pastillas para las alucinaciones, que finalmente cesan.
Días después, Don José es llevado en brazos de la Muerte, sin ver que es ella quien lo guía.
Emilce Martínez
III
La foto esta ahí, como testigo de un tiempo que ya pasó. La cómoda es la misma, siempre limpia y con la punta del vidrio roto por un golpe que ya no recuerdo. El espejo me devuelve indiferente una imagen tan distinta a la que refleja la fotografía, que algunas veces me deprimo.
Pero como todos los días me prometo hacer algo por mí , como caminar para mejorar mis problemas de hipertensión , comer menos para bajar de peso, entre otras cosas; la dejo, como dejo el pantalón de hace diez años que cada tanto me pruebo para ver si me va.
La foto es simple, estoy apoyado en la baranda de una lancha de pasajeros del Delta del Tigre, sonriendo casi imperceptible y con la desfachatez y el aire de superioridad de mis 20 años . La encontré en una caja llena de otras tantas fotos donde no me veía tan agraciado, y la puse debajo del vidrio de la cómoda de la habitación de mi madre." ¡Qué bien que estás acá!", me dijo , y ahí quedó y supongo que ahí quedará , mirándome y mirándola , hasta que tal vez un día vuelva a la caja de donde la saqué por pura jactancia y la coloque en el altillo justo al lado el espejo.
Gustavo Faranna
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